Antiguos Imperios africanos, recuerdo de un pasado glorioso.

Conocemos poco del Africa y muchas veces hablamos como si se tratara de una pequeña aldea donde todos se conocen y hablan la misma lengua. En los medios de comunicación se habla, muchas veces, de algún país de Africa solo cuando ocurre una catástrofe importante. Lo más conocido de esta parte del mundo son sus problemas, junto con las selvas, los animales y el desierto. Por esto lo primero que hay que notar es que se trata de todo un continente con una realidad muy compleja.
En este continente florecieron imperios y reinos de tal magnitud que estuvieron a la cabeza del progreso y de la ciencia. Y si nos remontamos a algunos cientos de miles de años más atrás, en algún rincón de Africa aparecieron los primeros hombres y mujeres, se produjo el salto del homínido al homo sapiens. Adán y Eva, como denominamos a nuestros primeros antepasados, fueron negros[1].

El suelo africano verde y rugoso en algunas zonas reseco y ondulante en los amplios desiertos del Sahara, Namib y Kalahari, encierra bajo sus entrañas inmensos recursos mineros, que desató y sigue desatando la codicia de los occidentales. El desarrollo europeo y norteamericano no hubiera alcanzado niveles tan altos sin los recursos africanos: Primero con la compra y venta de personas esclavizadas, después con la acelerada explotación de las materias primas.
Como lo había intuido Carlos Darwin, al elaborar su teoría sobre la evolución del hombre, parece muy probable que Africa sea la cuna de la humanidad. En tal sentido apuntan numerosos descubrimientos de las ciencias paleontológica, arqueológica, geofísica, geoquímica y otras afines. Lo ha confirmado recientemente la biología molecular con los datos extraídos del ADN.
Por su parte el Padre Theilard de Chardin, eminente paleontólogo, quien descubrió el sinanthropus y dedicó uno de sus libros al estudio de la aparición del hombre en la tierra, llegó a afirmar que fue «en el corazón de Africa donde ha debido surgir el hombre por primera vez»[2].
Está confirmado científicamente que los organismos animales de sangre caliente que se desarrollan en climas cálidos y húmedos adquieren una pigmentación negra, eumelanina. La piel oscura habría sido la condición original del homo sapiens. Podría afirmarse, entonces, que fue del Africa de donde salieron los hombres a poblar el mundo, comenzando por el Valle del Nilo. Se sabe hoy que los antiguos egipcios eran negros. La diversidad racial posterior se obtendría por diferenciación, debido a las influencias climáticas que debieron soportar los hombres al emigrar en otras direcciones.
Es en el Africa donde el hombre empieza a practicar la agricultura, la ganadería y la metalurgia, y se inicia la preocupación por la religión y el arte, es significativo que en el Prefacio de la Historia General del Africa, publicado por la UNESCO, se destaca este hecho: «En Africa se asistió a una de las primeras revoluciones tecnológicas de la historia, la del neolítico; con Egipto, se desarrolló allí una de las civilizaciones antiguas más brillantes del mundo.»[3]
Algunas generalidades geográficas nos muestran que el continente tiene cincuenta y tres países. La mayoría de ellos tuvieron su independencia entre 1958 y 1962. Se suele dividir también el continente en dos grandes bloques que son el Africa del Norte o «árabe» y el Africa subsahariana o Africa Negra. El Africa del Norte incluye países como Marruecos, Túnez, Argelia, Libia, Egipto… Algunos países tienen el norte «arabo-musulmán», y el sur «negro-africano». Es el caso de Mauritania, Mali, Niger, Chad, Sudán. El Africa subsahariana es la parte más grande del continente. Tenemos al occidente países como Costa de Marfil, Senegal, Nigeria, Camerún, Ghana… Al centro: República Democrática del Congo, Congo Brazzaville, Gabón, Rwanda, Burundi… Al oriente: Kenya, Tanzania, Uganda, Etiopia, Somalia… Al sur: Zambia, Zimbabwe, Angola, Namibia, Africa del Sur, Botswana… Todos esos países son de tamaños muy distintos. Como ejemplo, la
 República Democrática del Congo tiene una superficie dos veces más grande que Colombia, mientras que un país como Rwanda es cuarenta veces más pequeño que el mismo Colombia
 
EL PESO DEL PASADO Y SUS CONSECUENCIAS
Una de las causas más remotas de la situación actual del continente africano se sitúa en la época de la trata de los esclavos. Esta página sombría de la historia de la humanidad tiene que ser conocida. Entre los siglos XVI y XIX, los europeos trasladaron a millones de africanos, hombres y mujeres jóvenes reducidos a la esclavitud, hacia sus colonias de América del Norte, América del Sur y del Caribe. Se compraban seres humanos a cambio de alguna mercancía de poco valor, de pólvora y otros productos destructivos o inútiles. El daño para Africa no fue sólo psicológico debido a la humillación sufrida, sino que supuso un perjuicio económico, demográfico y social decisivo. Este comercio alcanzó, en manos de los europeos, un volumen nunca visto. Hay que ir a Africa para darse cuenta de hasta qué punto sigue viva la conmoción material y espiritual que este episodio causó.
Después de la trata de esclavos, la etapa colonial. Esta representa la causa más directa de los conflictos políticos en Africa. Las potencias europeas se reúnen en la Conferencia de Berlín entre 1884 y 1885 bajo la batuta del Canciller alemán Bismarck. Como quien reparte un pastel, se distribuyeron el territorio africano. Pueblos que vivían en la misma región se enteraron que ya no eran del mismo reino, sino que unas fronteras imaginarias los separaban. Ningún africano participa en la Conferencia. El desglose de Africa se hizo de una manera artificial, al azar de la ocupación por parte de las naciones europeas de un territorio determinado. Un río por ejemplo que era un elemento de unión de un pueblo, un símbolo vital alrededor del cual se organizaba la actividad del mismo, se convirtió de repente en una frontera, o sea un elemento de división.
Estas fronteras crearon dos fenómenos contradictorios. Por un lado, en un país creado de manera artificial, se unificó por la fuerza a tribus que no tenían nada en común por el pasado, y que siguieron después ignorándose mutuamente o que desarrollaron unas relaciones de hostilidad. Por otro lado, las mismas fronteras dividieron elementos de una misma tribu, repartiéndola en dos o tres naciones nuevamente creadas. Esta división de Africa por parte de aventureros imperialistas europeos creó el problema de minorías étnicas que sigue siendo un problema en los países africanos.
Aunque esta página histórica duró relativamente poco tiempo, menos de un siglo, supuso igualmente un cambio radical en las estructuras y mentalidades de los pueblos africanos. Los daños actualmente son visibles. Lo que hay que cuestionar primero es el sentido de nación o de conciencia de pertenencia que se destruyó desde el principio. Por eso, una de las urgencias actuales es la de crear conciencia de Estado. La estructura tradicional africana tiene como base la etnia o tribu, aunque para algunos éste es un término peyorativo. Esta es un conjunto de clanes con una misma lengua y tradiciones. Entonces surge el problema de la exclusión causada por la unión forzada. La actitud desarrollada en muchos momentos será de desconfianza o de hostilidad hacia el perteneciente a otra etnia. El impacto de este pasado sobre las raíces y sobre las estructuras tradicionales africanas ha sido demoledor.
El dinamismo del comercio y la industria europeos, la necesidad de mercados y de materias primas, la ideología imperialista, la ilusión de llevar la Civilización y el Evangelio a todas las tierras, y la superioridad tecnológica, son algunos de los factores que propiciaron la conquista y dominación de Africa por parte de Occidente. Vendrán muchos cambios durante la colonia: fronteras artificiales y formas de gobierno calcadas de Occidente. El problema mayor es que sobre la organización tradicional, étnica, ha venido a superponerse la estructura occidental: Estado multi-étnico, gobierno, parlamento, ministerios, legislación occidental y no está nada claro que estas nuevas estructuras e instituciones hayan sido asimiladas por la población ni tampoco por los dirigentes. La primera generación de estos dirigentes en los países recién independizados es parte de la élite que las metrópolis formaron, identificándolos con los intereses
 coloniales. Aunque estas élites fueron también las que lucharon por la independencia, apenas la consiguen empiezan a realizar alianzas entre las ex-metrópolis y las oligarquías africanas. No debe extrañarnos por eso que en la actualidad, los intereses de los gobernantes africanos sean contrarios a los de sus propios pueblos. No extraña tampoco que unos países europeos envíen sus tropas a Africa en diversas ocasiones a defender regímenes corruptos y dictatoriales.
No todos los problemas políticos son herencia o responsabilidad de Occidente. Pero lo que indigna es darse cuenta de que los dictadores africanos se mantienen en el poder gracias a los gobiernos europeos, que los sustentan económica y militarmente. Este apoyo es a cambio de algo. No es extraño que a pesar de las enormes riquezas naturales: el 46% de los diamantes del mundo, el 32% del oro, el 20% del uranio, el 75% de cobalto, el 11% del petróleo, el 55% del cacao; Africa sea un continente pobre. Se ve por donde pasan estas riquezas. El resto lo explica el peso de un sistema económico mundial injusto, en el cual Africa pierde siempre en todos los intercambios con Occidente.
 
LA RELIGION Y LA CULTURA TRADICIONAL
Desde siempre, Africa se ha presentado como un continente en la encrucijada de muchas religiones, principalmente las tradicionales. Estas traducían y encarnaban la cultura del pueblo, concebida como el conjunto de creencias, conductas, usos y costumbres. Eran fuentes de valores, y han ejercido una gran influencia. La estructura de la sociedad dependía ampliamente de la jerarquía de los valores que colocaba en la cumbre a Dios y a los antepasados. La fuerza del poder provenía de la fuerza de la religión. Consiguientemente el poder era sagrado por el hecho que tenía a la religión como fundamento. Hoy, aunque la estructura haya cambiado, la visión cosmológica en la religión tradicional en ciertas partes sigue vigente.
Con el proceso de colonización, la mayoría de los africanos no aceptaron abiertamente el patrimonio espiritual de los recién llegados con su religión, con el modelo de su Iglesia, llámese católica universal o evangélicas. Profundamente religiosos y apegados a sus tradiciones, los africanos se empeñaron en vivir su relación con Dios de acuerdo con su cultura y aspiraciones. La evangelización fue acusada de trabajar para el poder colonial, de tener los mismos puntos de vista y los mismos objetivos. Se veía que la actitud de los misioneros era ambigua frente a las acciones de los colonialistas, sobre todo en la destrucción de los aspectos culturales de los locales.
John Mbiti, teólogo kenyano dice: «Los europeos no nos trajeron a Dios. Fue Dios que los trajo aquí». Lo dice en otro contexto, pero hay que ver lo que significó la aceptación de Cristo en las sociedades africanas de hace tiempo, y los problemas que esto sigue suscitando hoy.
El cristianismo ha sido impuesto de muchas maneras en los nuevos pueblos como la única religión, y todo lo que las religiones tradicionales tenían ha sido considerado como practicas supersticiosas, fetichismo y otros calificativos, y al parecer, esto es contrario al cristianismo. En muchos casos, la identidad o la particularidad de los pueblos ha sido negada, han sido derrumbado sus valores, y muchas veces el cristianismo se ha impuesto con medios poco conformes al mismo evangelio que predicaba. Fue más que todo una cultura de cierta parte del mundo que, queriendo implantar el cristianismo en otras partes, trajo sus propios valores y modelos, y no se dejó ella misma afectar por la cultura del pueblo evangelizado.
Lo que faltó claramente fue un diálogo entre cultura y religión para sacar lo que es esencial del cristianismo, y lo que es accesorio que de hecho era propio de la cultura evangelizadora. La crisis que viven actualmente los pueblos africanos a nivel religioso la resume así el padre Engelbert Mveng: «Se trata de una crisis de la persona: La persona de los individuos o de los pueblos que toman conciencia de su desencuentro en una cita que debía ser encuentro de dos personas. Fue una ausencia de una de las personas en la cita. Y donde falta una de las personas, no hay encuentro».
Debemos entender que no es posible hablar de una religión africana, pues cada grupo cultural tenía y algunos conservan hasta hoy su propia expresión religiosa, pero entre los valores comunes a las religiones tradicionales del Africa se pueden subrayar:
a) Reconocimiento de los antepasados o espíritus ancestrales
Dentro del sistema religioso y la vida diaria del africano los espíritus son seres que ocupan un lugar central. Hacen parte de este grupo los espíritus de los ancianos buenos que dejaron su descendencia. También pueden entrar en este grupo los espíritus de hombres y mujeres virtuosas que murieron jóvenes.
Los espíritus de los antepasados constituyen el vínculo más fuerte entre los seres humanos y el más allá. Son cabezas de las familias a las que pertenecían y ahora muertos siguen siendo guías y prolongación. Ellos siguen los acontecimientos familiares y favorecen, protegen a los parientes. Son los mejores intermediarios entre el Ser supremo y el pueblo, por eso las familias les ofrecen constantemente oraciones y libaciones.
Otra función de los espíritus ancestrales es la salvaguardia de las costumbres y tradiciones. Ellos premian a quienes las respetan y castigan a los trasgresores. Por esto son la fuente más inmediata de la moral social y de todo el sistema de convivencia.
b) Otras características de las religiones africanas tradicionales
v    Estas religiones tradicionales no son universales, sino tribales y familiares, porque son fruto de una teología popular a partir de la historia y de la realidad concreta de cada grupo étnico.
v    Sus tradiciones no tienen textos escritos, pues estas son culturas de tradición oral. Sus creencias y fundamentos están en la memoria de los ancianos, los sacerdotes o los jefes de tribu.
v    Las prácticas religiosas no son de carácter individual – aunque tengan una dimensión personal – sino comunitario. Ser una persona en las culturas africanas significa pertenecer a una comunidad, y ello implica participar en sus creencias, ceremonias y rituales.
v    La cosmovisión de los pueblos africanos plantea una realidad en donde no hay separación nítida entre lo material y lo espiritual, ni siquiera entre la vida y la muerte, de ahí el carácter integral y totalizante de estas religiones tradicionales.
v    No se piden conversiones de una creencia a otra. Es algo que hace parte de la historia del individuo y de su propio pueblo. Hay siempre respeto de las creencias ajenas.
v    Todas las sociedades africanas creen en la vida después de la muerte. Vivir el presente es la preocupación más importante de las creencias y actividades de las religiones africanas.
 
UN CONTINENTE DE MARTIRES Y SANTOS
El pueblo católico del Africa cuenta con orgullo algunos Mártires y Santos, entre ellos podemos enumerar[4]:
v    Mártires del 16 de febrero de 1992 de Kinshasa. Más de diez cristianos, mártires de la democracia fueron asesinados por las tropas de Mobutu. Reclamaban en una manifestación pacífica la reapertura de la Conferencia Nacional Soberana, símbolo del camino hacia la democracia en el país.
v    Clementina Anurite Nengapeta: Religiosa congoleña, de las Hermanas de la Sagrada Familia, murió mártir el primero de diciembre de 1964 por mantenerse fiel a su voto de castidad cuando el Coronel de los Simbas, Pierre Olombe, quería hacerla su mujer.
v    Carlos Luanga, Matía Mulumba y otros mártires de Uganda: Jóvenes quemados vivos por Mwanga, rey ugandés de los baganda por su adhesión a la fe católica. Junto a estos 22 católicos fueron muertos por razones religiosas 11 protestantes, 8 de religiones propias y un musulmán, semilla del ecumenismo en Africa.
v    Isidoro Bacanja: Joven catequista congoleño que mandado a azotar por su amo belga, hostil a las prácticas religiosas, murió mártir el 15 de agosto de 1909.
v    Steve Biko y los mártires surafricanos asesinado el 12 de septiembre de 1977 por luchar contra el apartheid y defender a su pueblo de Sudáfrica.
v    Josefina Bakhita, sudanesa de origen, fue vendida cinco veces como esclava. Tras su deportación a Italia se hizo religiosa en el instituto de las Hijas de la Caridad, Hermanas Canosianas.
v    Emile Biayenda: Cardenal Arzobispo de Brazzaville, asesinado el 22 de marzo de 1977 por defender a su pueblo.
v    Christopher Munzihirwa, Arzobispo de Bukavu, asesinado el 29 de octubre de 1996. Supo denunciar con lucidez y valentía la injusticia de la guerra y de las divisiones étnicas que muchos, de dentro y de fuera de Africa, promovían por intereses oscuros. Solía decir que «la mejor forma de llorar un muerto es trabajar su campo».
v    Beato Cipriano Tansi, Trapense nigeriano, muerto en olor de santidad en la Abadía del Monte San Bernardo en Inglaterra[5].
 
REALIDAD ACTUAL
La realidad religiosa actual del continente africano se encuentra dividida en dos grandes bloques correspondientes a las ya mencionadas geográficamente: el norte que es esencialmente musulmán, y el sur que es cristiano (católico, protestante y sectas cristianas), y donde siguen vigentes las religiones que se llaman comúnmente tradicionales o animistas. Entre ambos bloques existen unos cuantos países divididos, donde el norte es musulmán y el sur cristiano y tradicional. En estos países no faltan los conflictos: Los ejemplos más claros y frecuentemente sangrientos se encuentran en Sudán y Chad.
La Iglesia católica ha experimentado un crecimiento de extraordinarias dimensiones las últimas décadas. De los 24 millones de católicos aproximadamente que había en 1960 (cuando la mayoría de los países subsaharianos obtuvieron su independencia), se ha pasado a más de 100 millones en la actualidad, de un solo Cardenal a 16, de 40 Obispos nativos a más de 450, de 2.000 Sacerdotes a más de 14.000. Pero, estos datos no deben llevarnos a engaño. En algunos países los cristianos y los católicos específicamente son mayoritarios, en otros alcanzan apenas el 20%, y en otros no pasan el 2%, sin tener en cuenta los países típicamente musulmanes en los cuales la Iglesia Católica es prácticamente clandestina.
En un contexto social de extrema pobreza como es el del continente africano, situación que obliga al hombre a preocuparse de muchos problemas vitales de su subsistencia, la realidad religiosa se encuentra como olvidada en la lista de prioridades a resolver.
A modo de conclusión podemos deducir que el verdadero diálogo debe permitir a Africa redescubrir y renovar su herencia espiritual y cultural: sus lenguas, sus artes, su literatura, su genio creador, su experiencia humana y religiosa, y sus múltiples expresiones. Pero, como se interroga el padre Michel Kayoya, «¿Permitirá Occidente superarse a nuestros pueblos, pensar y expresarse a nuestros pensadores, vivir en plenitud su experiencia espiritual a nuestros místicos, enseñar a nuestros maestros, emprender el diálogo entre Dios y los hombres a nuestros profetas, mandar y guiar a nuestros pueblos sin opresión ni engaño a nuestros pastores, hacerse más santos a nuestros santos, encontrar el perdón a nuestros pecadores?».
No se puede por el momento permitir que Africa y su Iglesia sean consideradas sólo como folklore o continente de sociedades secretas, de ritos y de danzas exóticas. El continente entero hace resonar hoy un grito para ser él mismo. Una tierra de hombres y mujeres con valores y limitaciones como el resto de la sociedad. Tiene que mostrarse también con todo lo que tiene de exaltante, de sublime, de espiritualmente profundo, con toda su creatividad en su humilde condición. Quieren los africanos estar presente para la realización de su destino propio, donde se hace la ley, donde se piensa, donde se decide sobre su futuro y el de la humanidad, quiere utilizar sus categorías y llegar así a compartir el destino de sus integrantes, sus sufrimientos pero sobre todo compartir sus alegrías y su forma de celebrar la vida.
El ejemplo de algunas democracias exitosas como Benín o Mozambique anima a otros países africanos a reformas sus sistemas políticas. Porque el despegue económico y social del continente y depende del fin de las guerras y dictaduras.
La capacidad humana y el liderazgo político de los africanos empiezan a superar fronteras con personajes como el ghanés Kofi Annan, actual secretario general de la ONU y Nelson Mandela, que tras pasar tres décadas encarcelado consiguió traer la libertad a su país. Hoy Mandela es un referente moral no sólo para Africa, sino para todos los afrodescendientes de la diáspora.

 

Tomado de la Revista Muy Especial, «La nueva cara de Africa», p.31