Las carreteras Las Ánimas-Nuquí -recientemente aprobada- y la del Tapón del Darién, que a toda costa intenta hacer el Gobierno, sumadas a la caótica minería en ascenso en el Pacífico , constituyen algo así como el anuncio de un ecocidio y un etnocidio de vastísimas proporciones.
 
Las dos carreteras mencionadas son antiguos proyectos que los gobiernos de las últimas dos décadas resolvieron no adelantar, dada su altísima inconveniencia ambiental. Las Ánimas-Nuquí atravesará, lo mismo que ocurriría con la del Darién , una de las zonas con mayor riqueza en biodiversidad del planeta -gran parte aún desconocida por la ciencia- y ocasionará irreversibles e inevitables daños en los ecosistemas de la zona del Baudó y de la cuenca del río Tribugá, entre otros.
 
El Gobierno podría argüir que las comunidades de la región han pedido a gritos en los consejos comunales el desarrollo de ese proyecto. ¿Cómo no lo van a exigir si el Gobierno lo único que les ofrece como horizonte de «progreso» es una carretera, acompañada de jugosas compensaciones económicas para esas comunidades? No obstante, si le creemos a la historia, serán pocos los beneficios que recibirán los chocoanos con la construcción de la carretera y, en cambio, se enriquecerá un pequeño puñado de gente del interior.
 
¿Cuál es, entonces, la alternativa a las modalidades de desarrollo para la región del Pacífico, siempre diseñadas por el Gobierno central, y que tantos perjuicios han traído a los habitantes de la región? La Constitución del 91 les reconoció a las minorías étnicas derechos culturales y territoriales, lo cual suponía el inicio de la construcción de un modelo de desarrollo adecuado a su complejidad biológica y cultural.
 
Fueron tituladas seis millones de hectáreas como propiedad colectiva de las comunidades negras y ampliados los resguardos indígenas, pero infortunadamente se ha hecho muy poco más para consolidar el ambicioso proyecto que, necesariamente, implicaba un fuerte concurso estatal y un gran desarrollo científico y tecnológico que asegurara la protección y el manejo sostenible del bosque, la protección de la cultura y una mejor calidad de vida para sus habitantes.
 
El Gobierno está echando por la borda ese ideal y está propiciando el desplazamiento de las comunidades por parte de grupos extraños a la región, que ven en las propiedades colectivas de las minorías étnicas un obstáculo para sus proyectos mineros, agroindustriales y de control territorial.
 
El Gobierno tiene bien merecido pasar a la historia por la erradicación de la guerrilla, que parece cercana. Pero también pasará como el que le dio la estocada a un invaluable patrimonio natural de gran interés para la humanidad. En 100 años, la desaparición de la guerrilla será una nota de pie de página en la Historia, mientras que la destrucción de la riqueza del Chocó biogeográfico será un titular.
 
 
Por Manuel Rodríguez Becerra ,  
ex ministro de Ambiente.