Del 12 al 20 de junio de 2025, Colombia será escenario de un hecho histórico: por primera vez, la agenda del Pueblo Negro, Afrocolombiano, Raizal y Palenquero tiene un lugar central en el Foro Global de la Tierra. Este acontecimiento representa no solo una oportunidad de participación, sino una irrupción política, pedagógica y transformadora que interpela los modelos de desarrollo hegemónicos desde una apuesta por la justicia territorial, la vida digna y el reconocimiento del derecho a existir en nuestros propios términos.
Desde el corazón del Patía hasta los escenarios institucionales de Bogotá, la voz de los pueblos afrodescendientes se alza con propuestas claras, articuladas y profundamente arraigadas en una historia de resistencia y construcción de paz. Las delegaciones afro que participan en el Foro no asisten como espectadoras: llegan con una agenda construida colectivamente, con diagnósticos, propuestas y experiencias de defensa del territorio que configuran nuevas formas de habitar y cuidar la tierra.
La presencia afrodescendiente en este espacio internacional no es decorativa ni anecdótica. Es el resultado de décadas de organización comunitaria, de luchas por la titulación colectiva, de procesos de consulta previa, de defensa de los ríos, los bosques y las vidas negras. Es también un gesto de pedagogía política: nuestros saberes, prácticas y horizontes de vida se proponen como alternativas necesarias frente a las múltiples crisis que enfrentan hoy los territorios.
El derecho a la tierra, para los pueblos negros, es inseparable del derecho a la vida. No se trata solo de propiedad o tenencia, sino de la posibilidad de desarrollar proyectos colectivos que garanticen autonomía, memoria, cultura y sostenibilidad. Por eso, este Foro Global de la Tierra es una plataforma crucial para seguir tejiendo alianzas, visibilizar nuestras luchas y exigir compromisos reales de los gobiernos, la cooperación internacional y otros actores del sistema global.
La agenda afrodescendiente en el Foro Global de la Tierra 2025 es, en sí misma, un acto de reparación histórica. Es también una declaración de futuro: estamos aquí, nos reconocemos como sujetos políticos territoriales, y no renunciamos al horizonte de justicia que nuestros ancestros y ancestras imaginaron. Hoy, más que nunca, reafirmamos que sin pueblos negros, no hay justicia territorial posible.
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