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Joe Arroyo nutrió su música con la historia de la esclavización, la resistencia palenquera, y ritmos de Senegal, en cuya capital cantó Yamulemau —Niño del agua azul— y se buscó a sí mismo.

Con esa raigambre es lógica la acogida del ídolo entre gente identificada con África, pero perteneciente a la región que el poeta Helcías Martán Góngora llamó Afropacífico. Siempre ha estado conectada en lo espacial y cultural con el Caribe continental e insular por el río Atrato y los puertos de Buenaventura y Tumaco.

Esa conexión que ha sido vital e histórica quizás deba merecer consideración por parte del «Grupo de Académicos en Defensa del Pacífico Colombiano y Ecuatoriano», cuya campaña «Otro Pazífico Posible» fue lanzada en la Universidad de los Andes, unos meses después de su inauguración en Chapel Hill, donde está la Universidad de Carolina del Norte.

Comenzando por el futuro de paz que busca la distorsión ortográfica del Pazífico, la iniciativa es de una relevancia incuestionable, considerando el énfasis que el actual Plan de Desarrollo les da a las economías a escala, sean ellas de palmicultura, ganadería, explotación forestal o minería del oro, en su mayoría vinculadas a lo largo de estos últimos quince años con la desposesión territorial y consecuente destierro de pueblos indígenas y afrodescendientes. Del mismo modo, tienen que ver con el Apocalipsis ambiental, magnificado mediante fumigaciones para erradicar la coca. El médico Jaime Gómez las cataloga de guerra química y biológica que el poder ejecutivo ha librado contra quienes lo han elegido para que los ampare.

Una de las propuestas para ese Pazífico es la de solicitarle a Unesco que lo incluya dentro del patrimonio de la humanidad. Viendo que la mayoría de los invitados al lanzamiento pertenecían a organizaciones de Cauca y Valle, me pregunté cómo someterían esa iniciativa a la consulta previa necesaria e indispensable con las organizaciones del Chocó o con la Fundación Color, entre otras entidades que militan contra la titulación colectiva y a favor de la propiedad individual. Los niveles de preservación ambiental y arquitectónica que tal declaratoria implicaría sin duda exacerbarán aun más la oposición de los críticos de la Ley 70 de 1993. Con respecto a tal consulta, quizás hayan de imaginar una estrategia que contemple las fracturas que hoy plagan las relaciones entre consejos comunitarios y comisiones consultivas, así como los nexos de unos y otras con las comunidades de la base, partiendo del papel que agentes externos e interesados han desempeñado en una atomización, la cual no era tan marcada durante el decenio de 1990 que los académicos en mención usan como norte de su propuesta.

Además, será necesario un enfoque sobre aquella pedagogía cotidiana que radio y televisión realizan a favor de esas grandes economías, desconociendo a los sujetos indígenas y afros de ese «Otro Pazífico Posible». A semejante ignorancia la evidenció la inauguración del Mundial Sub-20: cuando las comparsas pésimamente iluminadas hacían la burda caricatura coreográfica del Pacífico, Jorge Alfredo Vargas, el afamado presentador de Caracol Televisión, llamó «chirimía» ¡a la música de marimba del litoral!

Por: Jaime Arocha