Por Rodrigo Uprimny
Esta discusión es bienvenida por cuanto el tema es muy importante. Y debería hacerse sin prevenciones o estigmatizaciones pues el asunto tiene sus dificultades y requiere matizaciones.
Como se sabe, las acciones afirmativas son medidas destinadas a corregir las discriminaciones contra ciertos grupos, como las mujeres, los afros o los indígenas. Por ejemplo, se prevén ciertos cupos especiales para el acceso a universidades para afros o indígenas, o que un porcentaje mínimo de cargos directivos en el Estado debe ser para mujeres.
La idea fundamental es entonces usar el mismo criterio discriminatorio del pasado, como la raza o el sexo, pero ahora para mejorar la situación de estas poblaciones discriminadas. Por ello algunos hablan, en forma paradójica, de una “discriminación positiva”.
Las críticas a estas medidas suelen ser tres: i) que éstas pueden ser discriminatorias (pues sucede que, por el cupo especial, un indígena obtiene la admisión a la universidad desplazando a un mestizo que tuvo mejor examen); ii) que éstas perpetúan estereotipos (pues dan la idea de que una mujer nunca llega a un cargo directivo por sus propios méritos sino gracias al cupo especial); y que iii) por ello la llamada discriminación positiva no es positiva pues perpetúa el racismo y el sexismo ya que trata en forma distinta a las personas sólo por su raza o su género.
A ello agregan los críticos que, en el caso de la raza, las acciones afirmativas terminan por darle respetabilidad a aquello que quieren combatir, que es la idea misma de raza. Así, dicen estos opositores, mientras que las ciencias sociales y biológicas concluyen que en el fondo las razas no existen, las acciones afirmativas recurren a clasificaciones raciales. Por ello la dificultad para definir quien pertenece a una determinada raza para otorgarle el trato preferente. Y de allí la conclusión irónica de Abad de que en este mundo lleno de mestizaje, él prefiere un certificado de chanda o de bastardo, en vez de uno de indígena, blanco o negro, que suponen la existencia de razas puras.
Esas objeciones a las acciones afirmativas deben tomarse en serio. Pero la conclusión no es, como lo cree Abad, eliminar las acciones afirmativas por ser supuestamente “negativas”, pues la experiencia comparada ha mostrado que no basta acabar la discriminación jurídica para lograr una igualdad real entre las etnias o los sexos. Los efectos acumulados de la discriminación hacen que las desigualdades sociales que ésta ocasionó se prolonguen por muchas décadas después de que ha sido anulada la discriminación jurídica. Hoy en Colombia ya no hay prácticamente ninguna discriminación jurídica contra las mujeres, los afros o los indígenas, pero es obvio que la discriminación racial y de género siguen siendo muy grandes en la realidad.
Si realmente queremos entonces, en un tiempo razonable, erradicar (o al menos reducir considerablemente) la discriminación social de facto contra las mujeres, los afros o los indígenas, las acciones afirmativas siguen siendo necesarias, como medidas temporales de búsqueda de igualdad real entre los seres humanos.
Por ello yo en general las defiendo. Pero como también tengo conciencia de sus riesgos y eventuales efectos problemáticos, creo que la conclusión que se impone es la siguiente: en principio, las políticas de acción afirmativa son legítimas y necesarias pero hay que tomarlas con cuidado, pues no cualquier medida es válida. Algunas pueden ser inaceptables. Deberíamos entonces discutir en concreto las distintas medidas de acción afirmativa, en vez de atacarlas y defenderlas en bloque.
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