Maltrato a los jugadores de raza negra.
En el partido que Deportes Quindío cayó 1-3 ante el Boyacá Chicó, algunos aficionados la emprendieron con frases discriminatorias contra los ‘morenos’ del cuadro cafetero, un acto sin justificación.
Por: Oliver Gómez Solarte
Más triste que el resultado 1-3 ante el Boyacá Chicó, por la fecha nueve de la Copa Mustang II, fue ver como algunos de los aficionados del Deportes Quindío la emprendieron con improperios y comentarios racistas contra los jugadores que salían cabizbajos del terreno de juego y en especial contra el lateral izquierdo Fabio Rodríguez y el volante de marca Álex Mejía, que se encontraban en la tribuna.
La afición estaba molesta, pero ni la desastrosa presentación del equipo de su corazón es una excusa para tratar tan mal a unos deportistas que al igual que los hinchas sueñan con “ver al cuadro milagroso convertirse en un elenco ganador”, pues así lo manifestó Mejía, quien ha tenido múltiples propuestas para dejar la institución y ha dicho no, pues siente que está en deuda con la parcial.
Aunque no quisieron referirse a tal hecho, en la cara de los ‘cafeteros’ se miraba la pena, pues se sorprendieron al ser víctimas de las intimidaciones contra ellos como personas, pues no criticaban la manera en la que actuaban en el terreno de juego, sino su etnia, su esencia como personas de raza negra, una de las más representativas de Colombia.
“Denle chontaduros. Negros (…). Váyanse para el Valle. Ladrones”, tuvieron que escuchar los futbolistas, cuyo color de piel tiene el mismo tono que la de Alfonso Tovar, que es uno de los delanteros que más gloria le dio al equipo en los años 70, o Iván Velásquez, que con sus goles condujo al conjunto a sus primeros cuadrangulares desde que está en vigencia el actual sistema.
Dicha actitud es “inaceptable” para Tovar, que en 1974 le regaló 18 goles a los seguidores cafeteros y fue el máximo artillero del rentado nacional, y para Diego Chará, que mientras vistió la camiseta quindiana antes de llegar al América corrió sin rendirse tras cada balón.
Los jugadores manifestaron que llegaron al Quindío después de seguir un largo proceso en el club Boca Juniors de Cali y de militar en escuadras como el Centauros de la Primera B, de propiedad del empresario Hernando Ángel, que según declararon les brinda “oportunidades”.
Consideran que sí son culpables del bajo rendimiento del equipo, pero aseguraron que su intención es mejorar y ganar, pues los más beneficiados serían ellos.
Uno de los ‘pecados’ de estos deportistas es haber sido descubiertos por los cazadores de talentos de Ángel, un vallecaucano que por azares del destino se convirtió en la cabeza empresarial del Deportes Quindío y que por obvias razones siempre ha cultivado jugadores de su tierra, donde predomina la raza negra.
Pero la discriminación no termina allí, pues incluso el portero ‘blanco’ Cristian Pinzón, a pesar de que fue figura en muchos partidos ha sido maltratado sólo por ser hijo del presidente del equipo, César Pinzón, pues se cree que si su padre no fuera él la oportunidad le hubiera sido negada al igual que ha sucedido con muchos jugadores de la tierra que más tardan en entrar a prueba en el equipo que en salir por la puerta de atrás.
Lo cierto del caso es que la afición está cansada y se desahoga con acciones en algunos casos reprochables, y que el mensaje comienza a llegar a la dirigencia de la escuadra, que tiene que tomar cartas en el asunto, pues resulta insultante ver al conjunto convertido en una escuela donde los alumnos cometen errores como el de Óscar Murillo en el primer gol de Chicó.
El también moreno Alfredo González, por la banda derecha condimentó un poco el ‘caldo’ de decepción milagrosa, y se hundió en olla con los ébanos Hamlet Mina y Edward Viveros, que no ayudaron, y el azabache Danny Santoya, que tuvo una tarde descachada. Pero quienes fueron devorados en la tribuna sólo fueron Rodríguez y Mejía, que como dos hinchas más querían ver a su equipo ganar.
No obstante, se salvaron de los insultos, el irregular volante Mauricio Romero (blanco), el mediocampista Pedro Ortega (trigueño) y el delantero Adrián Aranda (blanco), a quien por fortuna no reprocharon por ser argentino.
Los aficionados dijeron que sólo fue un momento de ‘calentura’ y que sólo reclaman un equipo de peso en el que seguramente ni Viveros ni González con su actual aporte tendrían lugar, tema candente, que paradójicamente comienza a pasar de castaño a oscuro.