Hace diez días comenzó en Urabá un paro en la producción bananera que, por ser el centro de la actividad económica de la región, socava gravemente la estabilidad social de una tierra duramente azotada por la violencia, el tráfico de drogas y de armas.
Urabá, depende en un 75 por ciento del banano y al no percibir los trabajadores un ingreso, la parálisis se extiende a toda actividad comercial en cuatro municipios: Apartadó, Turbo, Chigorodó y Carepa. Además se ponen en riesgo mercados internacionales, altamente competidos, al no cumplir los compromisos en la entrega de la fruta.
El paro bananero, que comenzó el viernes 8 de mayo, afecta al tendero, al carnicero, a los proveedores de insumos, a los transportadores… Son 332 fincas sin producir y 19.500 familias sin recibir ingresos, lo que además incide a nivel de la salud y la educación de los niños. Su prolongación en el tiempo puede ser devastadora. Y trae una preocupación adicional: la seguridad de la zona, pues siempre habrá fuerzas interesadas en pescar en río revuelto.
La situación económica mundial no es el mejor escenario para una parálisis en este sector económico. Y pese a que los empresarios tuvieron en su momento ayuda del Gobierno para sortear la caída del dólar, su competitividad aún está en riesgo, y con ello el trabajo de muchos trabajadores bananeros.
Por todo ello resulta muy importante procurar, como lo han venido haciendo los ministerios de Agricultura y Protección Social, una pronta salida a este conflicto laboral, donde empresarios y trabajadores pongan cada uno su mejor voluntad para llegar a una solución negociada. Se abona que entre las partes no ha faltado el diálogo y creemos que no puede abandonarse esa opción para que, luego de superar los aspectos relacionados con labores de cultivo, se defina el incremento salarial que resulte justo para todos.
Este ha sido el aspecto crucial y desafortunadamente reiterado en esta negociación y en todas las anteriores, lo que lleva también a pensar en la necesidad de encontrar un lapso prudente de vigencia de la convención colectiva entre empresarios y el sindicato que representa los intereses de los trabajadores bananeros, para que la región de Urabá no esté sufriendo cada dos años el mismo suplicio, con la misma piedra en el zapato: el reajuste salarial.
Ayer las partes nuevamente volvieron a sentarse a la mesa de negociación, contando con el apoyo del Gobierno nacional, que por boca del Presidente Uribe les hizo conocer su interés en propiciar un diálogo constructivo entre empresarios y trabajadores, solicitando a unos y otros a «poner de su parte», en tiempos de crisis como los que se viven actualmente.
Estamos viviendo un momento coyuntural complejo en el mercado internacional, y más para una región que depende de los mercados externos. De ahí nuestro llamado a los dirigentes empresariales y sindicales, para que con su visión y su razón sepan conjugar sus expectativas actuales con sus necesidades futuras, pues más allá de un incremento salarial, lo que está en juego es el progreso de la región, que mucho ha avanzado, y donde una parálisis prolongada podría dar lugar a lamentables y dolorosos retrocesos económicos y sociales.