Hoy Gustavo Sierra, el ex director de Análisis de Información del DAS, salpicó a todos los que ya han sido mencionados por el escándalo de las chuzaDAS y a otras figuras clave del gobierno de Uribe. Y además, dijo que entre las cosas que hizo el organismo de inteligencia era recoger información sobre los asistentes a los consejos comunales para que el presidente Uribe supiera qué críticas se le iban a hacer y estuviera preparado para defenderse de ellas. Dijo que esta información se la daba directamente a Miguel Peñaloza, el actual Alto Consejero para las Regiones, y quien coordinaba los consejos comunales de Uribe.
Peñalosa negó que le hicieran seguimientos a los asistentes de los consejos o que intervinieran sus comunicaciones. Y dijo qué básicamente lo que hacía el DAS era entregar información de contexto sobre la zona y especialmente datos relevantes sobre la seguridad del evento.
Es poco probable que el DAS le hiciera seguimiento a los cientos de personas que asistían a cada consejo comunal pues no darían abasto. Pero el testimonio de Sierra, en este punto, lo que revela es que estos eventos, que fueron un sello distintivo del gobierno de Uribe y una de las explicaciones para su altísima popularidad, no eran un espacio de democracia espontánea como podía pensar alguien en Bogotá viendo su transmisión.
Así era el detrás de cámaras.
 
Los preparativos
Una vez el gobierno decidía dónde y cuándo iba a realizar un consejo, y de qué tema se iba a tratar si era temático, se le avisaba a la gente para que asistiera. Esto se hacía con por lo menos 15 días de anticipación. La convocatoria era pública y se hacía a través de la gobernación o la alcaldía local. Pero desde la Presidencia de la República también se invitaba a empresarios o líderes gremiales. Ellos tenían su puesto asegurado, si decidían ir.
Además, la Consejería Presidencial para las Regiones, a cargo de Miguel Peñaloza preparaba mesas de discusión con las autoridades regionales. La semana anterior al consejo, funcionarios de la Consejería y de otras entidades como Planeación Nacional viajaban al lugar. Allá se reunían con funcionarios, líderes comunales y políticos para conocer las necesidades y planear el consejo.
Con este trabajo previo el gobierno obtenía información clave. Ya sabía si se necesitaba un puente en una vereda, si el municipio sufría por los bajos precios del arroz o si el hospital necesitaba nuevos equipos. La Consejería canalizaba esos datos e iba contactando a las entidades que podrían responder por esos asuntos.
Estas mesas de trabajo facilitaban la labor de los Ministros y Directores que llegaban el sábado junto con Uribe. Dentro de sus entidades ya habían preparado cifras de precios del arroz, el presupuesto disponible para construir puentes o la existencia de equipos hospitalarios subutilizados en otras regiones. Según Peñaloza, la información que suministraba el DAS sobre la zona hacía parte de este barrido. Servía para que el gobierno conociera mejor la situación de seguridad y las necesidades de la gente en este campo. Con todo esto, los funcionarios tenían la munición necesaria para que Uribe no los corchara.
 
Fiesta con cupo limitado
A las convocatorias realizadas por las autoridades locales podía presentarse cualquier persona. Bastaba con enviar un correo electrónico con el número de cédula y el celular a la Consejería, o hacerlo a través de la alcaldía o gobernación. Pero además de esta información, debían decir qué cargo tenían o a qué entidad representaban y qué inquietud querían plantearle al presidente. En la práctica, esta información servía para filtrar a los asistentes.
Una persona que asistió a un consejo comunitario en el Caquetá recuerda que el alcalde o el gobernador decidía quien podía ir. Y generalmente así era. Otro usuario de La Silla Vacía que asistió a un consejo en Moñitos, Córdoba, nos contó que los líderes comunales se encargaban de enviar listados de posibles asistentes. En ese caso, el líder comunal podía elegir. Y un asistente al consejo comunal de Chía, Cundinamarca, en febrero de 2005, directamente afirma que para poder ir se necesitaba una recomendación de una persona, entidad o gremio que fuera reconocido. Y gobiernista, de ser posible.
Como los lugares en los que se hacía el consejo tenían cupo limitado, se elegía entre los interesados. Las mesas regionales también servían para que las autoridades locales y los representantes del gobierno nacional decidieran quiénes iban. Había espacios reservados para los invitados: las autoridades locales, los congresistas, la comitiva presidencial, además de líderes comunales y de otras organizaciones. Los espacios restantes se asignaban a algunos de los que habían pedido ir. Y con todos ellos se elaboraba una lista. No era extraño que alguien enviara sus datos para ir y finalmente nunca recibiera la autorización.
Sin estar en la lista era muy difícil entrar. El rector de la Universidad de Córdoba, por ejemplo, casi no logra entrar al consejo de Moñitos, Córdoba, por no estar en la lista. Pero eso no quiere decir que nunca hubiera colados, como  cuando ingresó Liliana Pardo, del movimiento “Tienen huevo”.
La información del DAS, a la que hizo referencia el exsubdirector de Análisis Sierra, era uno de los insumos para definir quién podía entrar. La idea era que no entraran personas con antecedentes penales o investigaciones pendientes. En algunos casos se hacían estudios de seguridad más profundos, según nos cuenta alguien que trabajó con el gobierno. Así se filtraba inicialmente la lista.
Pero, además, funcionarios del DAS controlaban el ingreso, por lo menos en Moñitos y en Puerto Rico, Caquetá: “En la entrada estaban los listados que eran monitoreados por personal del Sena y DAS”, nos dijo un asistente. En otras palabras, los detectives del DAS sabían quién quería ir a los consejos, de qué temas pensaban hablar, y quién ingresaba efectivamente a ellos. Sabían quiénes eran los invitados a la fiesta, como también lo sabía la Consejería.
También ingresaban opositores a Uribe. Por ejemplo, en un consejo en Bucaramanga sobre universidades públicas, ingresaron estudiantes de la UIS que se sabía que rechazaban las políticas del Presidente o los miembros de ‘Tienen Huevo’, que no hacían más que burlarse y atacar a Uribe en su página web.  Pero el gobierno ya tenía la información de quién estaba y, muchas veces, de qué quería hablar.
Aprovechando la información previa sobre los temas que pensaban plantear los asistentes y que si se le cree a Sierra provenía en parte del DAS, el gobierno estaba preparado para las críticas. En el caso de Bucaramanga, por ejemplo, un asistente recuerda que Uribe casi se sabía los nombres de los estudiantes que lo atacaban. “Los tenía identificados dentro del salón y parecía haber preparado de antemano lo que les respondió”.