Existen en Quibdó 8.800 mujeres afiliadas a Familias en Acción, 38.000 en el Chocó y a nivel nacional el dato supera los dos millones y medio. Este programa forma parte del Plan Colombia, impuesto por el gobierno de Estados Unidos en el mandato de Andrés Pastrana, y se ha constituido en la muestra más palpable del fracaso de la política oficial, de un país de pordioseros.
 
Los grupos uribistas, y entre ellos el partido conservador, se pelean la paternidad y ampliación del programa, desconociendo la miseria del mismo, lo que intenta ocultar sus degradantes implicaciones políticas, sociales y culturales.
 
Navegando en las aguas descompuestas del analfabetismo político, en la pasada campaña electoral los Representantes a la Cámara por el Chocó reunieron a las mujeres de Familias en Acción y pidieron apoyo a la reelección, so pena de terminar las limosnas.
 
El programa Familias en Acción, que debería llamarse Indigentes Inactivos, es la contracara de la moneda de la aplicación del neoliberalismo, de la destrucción de la producción nacional y del empleo, de la intervención, liquidación y cierre de las entidades estatales, de la entrega de los recursos de Colombia a las trasnacionales, del aumento de la deuda externa, de la eliminación del salario mínimo y de la desaparición de las pensiones de jubilación.
 
A nivel institucional, principalmente en las dos últimas décadas, se ha difundido el cuento de que en el Chocó no deben aprovecharse los recursos naturales (madera, minería, pesca, etc.), no se debe construir ninguna infraestructura vial o energética, ni crear industria ni aplicar tecnología, porque ello «atenta contra la biodiversidad y el pulmón del mundo».
 
Codechocó, que impulsó una pizca de desarrollo en sus inicios, se transmutó en su contrario, en sepulturero de cualquier atisbo de producción. Desaparecieron los aserríos; los pequeños mineros y los pescadores son calificados como delincuentes; es casi un criminal quien intente utilizar la tierra para proyectos agrícolas, agroindustriales o pecuarios.
 
¿Para qué Empresa de Licores en el Chocó, para qué otorgar créditos para sembrados de caña, para qué trapiches en las orillas, si podemos traer el aguardiente de Manizales o de Cali?, dijeron los incompetentes dirigentes regionales, secundados por el gobierno nacional.
 
El resultado está a la vista, en las colas de Familias en Acción: indigencia generalizada, descomposición familiar, inactividad de la población, desempleo rampante. Miles de jóvenes se convierten en profesionales, cuelgan los títulos en las paredes de las salas de sus viviendas, porque es imposible conseguir un empleo.
 
La sociedad se desmadra, aumentan las bandas barriales, crece el reclutamiento de los grupos armados ilegales y como bejucos en un bosque tropical se extienden los cultivos de coca en todas las quebradas y ríos del Chocó. Ya que el aparato estatal asfixia y aniquila las posibilidades normales, sectores crecientes de la población se ven impelidos a bordear o ingresar en actividades o cultivos ilícitos.
 
Familias en Acción no es timbre de orgullo de ningún gobierno decente. Es un programa indigno y repugnante; fruto podrido del neoliberalismo; celestina del clientelismo presidencial, la politiquería y la reelección; concubina de la miseria, la coca y la degradación social.