EN OCCIDENTE, LA JUSTICIA REPArativa tomó fuerza desde los años de 1960, a partir de tres nociones: (i) responsabilidad que el victimario asume por la falta cometida; (ii) reparación del daño causado, para que la víctima deje de serlo y (iii) reintegración, para que el victimario restablezca los vínculos con la sociedad a la cual perjudicó con su conducta.
En la columna de hace dos semanas sugerí que una cuota del 10% para admisión especial de estudiantes afrodescendientes consistiría en una reparación apropiada que la Universidad Nacional de Colombia tendría que hacerle a la gente negra, afrocolombiana, raizal y palenquera por la historia de racismo estructural que ha practicado al no haber desarrollado una política tan afirmativa como la que puso en marcha hace 20 años para reclutar estudiantes indígenas; al negarse —dentro de sus programas curriculares— a darles visibilidad a la cultura e historia de los africanos y sus descendientes, y al no ser proactiva en contra de la pedagogía sobre la supuesta inferioridad de la gente negra. Con respecto a tal pedagogía, una figura importante es la de su primer rector, Manuel Ancízar. Él hizo parte de la Comisión Corográfica que durante la segunda mitad del siglo XIX, elaboró las primeras geografías físicas y humanas de este país, pero
ratificó la supuesta inferioridad racial de la gente de ancestro africano. Peregrinación de Alpha, la obra cimera de Ancízar, es poco amable con la gente negra, a la cual describe como desnuda, sucia, hedionda, indolente y perezosa. El afamado Luis López de Mesa, quien enseñó en la misma universidad entre 1930 y 1950, no sólo reiteraría los calificativos que usó Ancízar, sino que culparía a la herencia genética de los negros por el fracaso de la nación ocurrido con el Bogotazo del 9 de abril de 1948.
Hay quienes dicen que hoy no podemos juzgar con nuestros estándares éticos y morales a académicos que seguían viejos paradigmas dominantes. Entonces, ¿cómo explicar que por esos mismos años surgieran disidencias como las de Eustaquio Palacios y Jorge Isaacs? Éste último dedicó tres capítulos de María a la genealogía de Nay, la nana de su heroína, remontándose al Estado Ashanti en la actual Ghana, deteniéndose en la complejidad de sus relaciones políticas con los británicos y con sus vecinos, y retratando sistemas estéticos y simbólicos muy refinados. ¿Porqué, entonces, un centro académico al cual le corresponde coadyuvar a la consolidación nacional, deifica a un escritor de propuestas de exclusión para la gente negra y no a otro surgido por los mismos años cuyas proposiciones eran las contrarias, las de la admiración y la inclusión étnico-raciales? Como es lógico, dentro de cualquier proceso reparativo, uno de los pasos
necesarios pero más difíciles consiste en que el infractor reconozca que lo es y deletree la naturaleza de su falta. Si no lo hace, la víctima no dejará de serlo y él mismo seguirá portando el estigma, en este caso de la exclusión social.
*Grupo de Estudios AfrocolombianosUniversidad Nacional de Colombia
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