Colombia, un país de regiones, un ecosistema plural y múltiple donde coexisten absurdamente la masacre cotidiana perpetrada por distintos frentes armados y el orgiástico carnaval cultural revolucionario de sus pueblos.  Colombia una tierra donde las elites continúan despreciando a las periferias, un territorio amplio y heterogéneo que todavía se ignora a sí mismo, pero donde aún el pueblo no se rinde carajo, donde el futuro aún no está escrito. “Todo el poder para la gente porque la lucha no ha pasado el problema está latente”. Alerta Kamarada.

Me llaman calle …. Soy de Kali calentura. Zudaca boy, mucho gusto querida especie lectora.  Soy otro nómada urbano nativo de Macondo. Viajo por las carreteras de nuestra América Perdida, por las venas literarias del sur profundo, y me pierdo en sus montañas escarpadas mientras voy escribiendo, juntando palabras, conociendo utopías  de esperanza en las esquinas del pacífico sur, para comprobar que en la escala de lo cósmico, solo lo fantástico tiene probabilidad de ser verdadero, y que  no siempre se puede conseguir lo que se quiere, pero si se intenta, a veces uno encuentra exactamente lo que necesita para resistir en épocas violentas como ésta en la segunda década del siglo XXI , donde la pulsión tanática sigue gobernando impunemente en Colombia, sin embargo muchos y muchas  esperamos que las palabras proféticas del escritor José Saramago escapen del papel y la tinta: “ El día en que la tierra colombiana empiece a vomitar sus muertos, esto quizá pueda cambiar. No los vomitará materialmente, claro, sino en el sentido de que los muertos cuenten. Que vomiten sus muertos para que los vivos no hagan cuenta de que no está pasando nada”.

Caravana humanitaria llega yaaa/ cantándole a la vida y la dignidad/ grita fuerte que esta guerra no da pa maaaás/ por la vida y por la paaaaaz

“Súbete a la caravana/ resiste y persiste la lucha cotidiana/ súbete súbete súbete  a la caravana “, fue el mantra que  convocó desde el pasado 29 de octubre hasta el 2 de noviembre, a más de treinta organizaciones campesinas, sociales y defensoras de derechos humanos que recorrieron en chiva el imponente y majestuoso Cañón del Micay, en el Cauca profundo y milenario con el fin de visibilizar lo que viene ocurriendo en los territorios y rechazar las distintas violencias presentes  la región.

Una caravana de seres diversos y conscientes que pensaron y planearon desde hace más de dos meses y medio, esta acción colectiva firme y contundente frente al genocidio como parte de la minga nacional desde una perspectiva territorial en el sur occidente. “Un canto por la vida, la paz y el buen vivir de los habitantes de estos territorios”, para que se escuchará con alegre rebeldía por todo el departamento del Cauca, que ha estado históricamente abandonado por el Estado, y condenado a la práctica latifundista donde los terratenientes, los grandes empresarios, el paramilitarismo y las grandes empresas han despojado las tierras y desplazado a sus legítimos dueños, los que la cuidan y la trabajan.

 

 

 

Una red de voces y espíritus solidarios y altruistas que no se dejaron atemorizar en esta era Covid-1984, por las amenazas, homicidios y malas vibraciones que precedieron el inicio de la caravana en Popayán además de señalamientos y estigmatizaciones por parte del consejero presidencial Emilio Archila. Sujetos colectivos desde distintos puntos cardinales del país que se gozaron los caminos, las curvas, los abismos, los soles y las lluvias, los vientos y los efluvios de la naturaleza, para dar testimonio en conjunto de cómo narrar y narrarse para encontrarnos en la escritura con luz de las imágenes para ayudar a Colombia a revelarse- revelarse, rebelarse-. Hombres y mujeres activistas de la imaginación, bañados por distintas paletas cromáticas en sus pieles, y muy firmes en sus convicciones éticas de reivindicar otros tipos de comunicación posible mucho más asertivas con la población, en medio del conflicto armado colombiano, ese que parecía haberse terminado en el año 2016 con los acuerdos de La Habana, y que ha ahora mutado en otro paisaje macabro de odio y despojo de nuestros recursos naturales.

Una caravana humanitaria que se fue haciendo cada vez más fuerte, amiga y parcera en cada kilómetro recorrido y compartido, a ritmo de cumbia, bachata, salsa y el picó caribeño que emitía el sound system de las chivas. Una caravana humanitaria que a través de conversas, gorobetas compartidas, y el agite impetuoso de las músicas  que creaban en un jamm sesión mestizo  la  murga 15 de Noviembre de Pasto junto al conjunto de marimba Jagüero de Yurumanguí, embrujaron a la población de la cabecera municipal Argelia, donde los niños y niñas después de muchos meses volvían a sonreír con vehemencia y frescura, a disfrutar con los títeres y tanta espiral de sonrisas intergalácticas que configuraban un bello mándala en la plaza pública.  En pleno Halloween los infantes volvían a  enseñarnos que la lúdica artística es la revolución del espíritu que desafía a la represión, con la palabra cantada y danzada, que rechaza cualquier límite y que se vierte en un lenguaje plural, un idioma sin idioma, donde el sonido de los tambores ancestrales se tatúa en la acción colectiva y en la reivindicación de las artes  que mezclando lenguas, ritmos, y utopías de esperanza,  denuncian las mafias que se esconden detrás de la democracia.

 

Busqué el día de los muertos en Mesoamérica hacer parte de  una caravana para volver a dialogar con ella, con la otra Colombia, la periférica, allá en el corregimiento El Plateado, en su plaza central, donde días atrás me contaban que era un territorio apache, atemorizado y olvidado,  que solo era noticia por los asesinatos a líderes sociales y enormes cultivos ilícitos de plantas ancestrales que el ser humano ha desvirtuado sus poderes por placeres industriales, la Colombia que vive atemorizada en esta cotidiana cartografía del horror colectivo que los señores oscuros imponen desde sus fines maquiavélicos, y buscando ese país digno y noble en la esquina de una chiva de una Caravana Humanitaria por el cañón del Micay, me busco, encontrándola me encuentro y con ella, en ella me pierdo  en su digna rebeldía, la que mixtura sabores, olores, colores, sonidos, ideologías, sentires, futuros posibles, en una telaraña de mundo donde se incluyen otros mundos, y que se quieren compartir vivir desde el amor por la vida, por la memoria de nuestros ancestros, porque el ejercicio de  recorrer este país de la memoria, empieza a cobrar sentido, no en un regreso al pasado sino en el trasegar en un laberinto construido por la necesidad de decantar los encuentros, los desamores, las rabias, las alegrías, las tristezas, los vínculos y las rupturas con las violencias que nos habitan. Nada es ajeno al punto de partida de los recuerdos, al inicio de los caminos que exploran los territorios más íntimos de nuestro pasado, en este país llamado Colombia, un país que sigue luchando por vivenciar la paz y la armonía en medio de nuestras más profundas diferencias.

 

¿Por dónde saldrá el sol? Por la carretera. Vamos en Chivas multicolores. Proceso de Comunidades Negras presentes ancestralmente y combatientes.  Congreso de los Pueblos. Nomadesc. Asociación Minga. Guardia Cimarrona del Norte del Cauca. Caravana artivista. Proceso de Unidad Popular del Suroccidente – Pupsoc. Universidad Intercultural de los Pueblos. Coordinación Social y Política Marcha Patriótica. ¿Dónde llegaremos?  Argelia. El Plateado. Colombia  Con todos vosotros, siempre.

Zudaca boy