“Gente de descendencia Africana: reconocimiento, justicia y desarrollo” en Colombia

A propósito de la presencia del gobierno de Colombia en el lanzamiento de la Década de la Gente Descendiente de África en Nueva York

 

Día Internacional de los Derechos Humanos

Diciembre 10, 2014

 

 

El reconocimiento y justicia a que obligaría, si hay alguien que obligue el cumplimiento del estado de derecho, al Estado colombiano para con la gente de descendencia Africana asentada en estas tierras por mas de 400 años, se refleja en los eventos que están sucediendo hoy, día internacional de los derechos humanos, en varios rincones de los territorios ancestrales de la gente de descendencia Africana.

 

En Buenaventura, el desespero, pero también el espíritu Cimarrón de Resistencia, ha llevado a la comunidad y sus organizaciones a celebrar un evento público masivo que llame la atención ciudadana, continúe educando y exponga la ineficacia de las autoridades locales y nacionales para responder a la crisis humanitaria y de derechos humanos que vive el Puerto hoy en día más importante del país. El Puerto en el que tienen puestos los ojos la Alianza para el Pacifico, los Tratados de Libre Comercio, las políticas locomotoras y la avaricia capitalista. Allí, la gente se levanta y “marca su territorio”, una hazaña que mantiene en vilo la vida de lideresas, lideres y Afrodescendientes del común. Una hazaña de Resistencia y libre determinación: sus territorios urbanos y rurales son de paz, alegría y libertad, en ellos se desarrolla el Ser Afrodescendiente, libre, alegre, digno. Su reclamo hoy, día de los derechos humanos, cuando las Naciones Unidas lanza la campaña de la Década de la Gente de Descendencia Africana, es que siguen esperando que se combata el racismo, siguen esperando justicia y siguen esperando que el tema del “desarrollo” se discuta con ellos en procesos de consulta previa que definan su consentimiento o no, como les corresponde por derecho.

 

Entre Bogotá y el Cauca, las Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca por la defensa de la vida en los territorios ancestrales, están en asamblea permanente, otra forma de Resistencia y de marcar su territorio, como un territorio libre de minería ilegal, esa de títulos y licencias sin consulta previa, esa de retroexcavadoras sin permisos, esa destructiva y violenta que impacta su cultura, su ambiente, sus derechos y sus cuerpos, el otro espacio que recrea la vida. Desde Noviembre 17, las mujeres se alzaron en dignidad contra la falta de reconocimiento y justicia y contra la visión de locomotora desarrollista de la administración del Presidente Santos. Obligaron al gobierno nacional a sentare con ellas y tomar decisiones sobre acuerdos de larga data que no se han cumplido, sentencias, órdenes y leyes sobre las cuales el gobierno parece no tener ningún sentido del respeto. Los acuerdos debieron firmarse ayer, pero una de las partes, el Ministerio del Interior, con su representante, la Viceministra de la Participación y la Equidad, debió salir corriendo a la instalación del evento en Nueva York donde se harán discursos sobre su reconocimiento, su derecho a la justicia y su futuro desarrollo. Allí están sentadas estas mujeres, gente de descendencia Africana, esperando que se cumpla un discurso para poder avanzar, si es que se avanza, en acciones concretas.

 

Estos dos ejemplos, en el día en que los Estados celebran internacionalmente los derechos humanos, son una muestra de un ejercicio del derecho centrado en la gente. Los derechos humanos son producto de las movilizaciones sociales que se han alzado en dignidad contra las injusticias, las discriminaciones, las múltiples formas de opresión. Son un pulso de poder, así que su reconocimiento, aplicación y ejercicio depende de las fuerzas, por un lado de las instituciones del Estado y por otro de la organización y movilización sociales. En la práctica, se ha demostrado que en ambos casos el reconocimiento, la justicia y el buen vivir, no se hacen con retórica, sino con acción organizada, politizada, con identidad propia en ejercicio digno del Ser. Por eso, las acciones de resistencia en Buenaventura y El Norte del Cauca, solo por mantenernos en estos dos ejemplos del momento son ejercicios empoderados fundamentados en el ejercicio de derechos que se han ganado a pulso, en la lucha contra las opresiones raciales y sociales de las cuales hemos sido victimas los descendientes de África en Colombia.

 

Sin embargo, el show de los derechos humanos se presenta en otros escenarios. La burocratización y prostitución de los derechos esta hoy en Nueva York negando su sentido y razón de ser con retórica y discursos democrático-raciales de esos con los que se llenan la boca los funcionarios del gobierno colombiano cada vez que tienen que hablar en público de Negros y “Afros” –una economía de la palabra para forzar al olvido la historia y complejidad del conjunto: descendientes de África, Afrodescendientes–.

 

Por eso la Viceministra de la Participación y la Equidad del Ministerio del Interior, dejo ayer sentadas esperando a las mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca, quienes por más de dos semanas han esperado poder volver a sus comunidades a celebrar el ejercicio de sus derechos con un acuerdo donde la firma de la Viceministra y el resto de autoridades nacionales responsables del tema, selle el compromiso del gobierno colombiano de no volver a faltarle a las comunidades del Norte del Cauca, después de los ya tres acuerdos previos firmados buscando proteger sus derechos, ser reconocidos y reconocidas y definir con autonomía, libres de miedo, coerción y persecución, el destino trazado por sus ancestras y ancestros: vivir con alegría, con libre determinación sobre su presente y su futuro y en pleno ejercicio de su identidad cultural, en los territorios por los cuales muchas y muchos dieron y han dado su vida.

 

Ahí, es donde esta el verdadero sentido de un día como hoy celebrado en casi todos los rincones del mundo. Es allí, donde tendría sentido hablar de una década para pensar y actuar en reconocimiento de las y los hijos de África en la Diáspora. Es allí donde el gobierno colombiano tendría que tener puestas sus intenciones, y donde se estaría demostrando que, efectivamente, en Colombia hay un Estado dispuesto a garantizar que su Gente de Descendencia Africana tiene el reconocimiento, accede a la justicia y obtiene el buen vivir que por derecho nos pertenece. 

 

Es la deuda histórica del país con la Gente que desciende de África, una deuda que no se paga con dinero, se paga con reconocimiento, justicia y respeto, expresados en plenas garantías para el ejercicio de nuestros derechos humanos-colectivos en nuestros territorios urbanos y rurales, donde nuestra vida y el desarrollo y ejercicio de nuestro Ser tienen verdadero sentido.

 

Charo Mina Rojas