Estimados Compañeroas, fraternal saludo.
 
Son necesarias estas líneas para presentar una nueva reflexión sobre la dramática situación a la que se encuentra sometida la población colombiana, producto de la Guerra por el poder político que tiene lugar en esta nación, a la luz de los Derechos Humanos y las necesarias condiciones de vida mínimas a los que los individuos en la sociedad tienen derecho y de precarias maneras se garantiza en esta nación.

Reflexión que quiere invitar la necesaria lectura integral de la situación en razón a la unidad dentro de la que tiene lugar para las personas y familias en su cotidianidad dentro del territorio. La razón fundamental para redimensionar la lucha por la defensa de los Derechos Humanos está en coordinación con la necesaria construcción de otras condiciones de vida para la población en condiciones de paz absoluta.

Inscribimos esta reflexión dentro de los aportes que se suman a la conmemoración del bicentenario del grito de independencia, con los aportes para una nueva sociedad, preparando de esta manera nuestro Grito de Libertad. Entendemos que es la misma estructura constitutiva de la única República que ha vivido Colombia fundada en la exclusión de la gran mayoría de personas y familias, a quienes sí ha sometido bajo un régimen de pobreza e indefensión que violando todos los derechos, impide por todos los medios los ejercicios reales de los derechos constitucionales, los de los ciudadanos, así como los más básicos como el derecho a la vida.

Denunciamos a la primera república como sociedad de la muerte. Producto de la cual se han promovido dentro del conjunto de la sociedad los más bajos principios, conduciéndola a admitir el homicidio como asunto justificado que no le incumbe, dejando en realidad esta falta de atención de la sociedad sobre el asunto real que acontece a escala nacional, justificado desde la lectura de conflicto interno entre organizaciones económicas legales e ilegales que han tomado a fuerza de las armas y la violencia, amplios sectores económicos, políticos y culturales de la sociedad, desde los que administra al pueblo, a quien sólo considera como un número de súbditos al servicio del poder de la República, sobre la que se considera Amo y señor de las vidas de las personas. Actualmente, constituido como si fuera una mafia originada en sectores de una lumpen-oligarquía enriquecida por el narcotráfico y el robo de los recursos nacionales bajo la excusa del emprendimiento del Capital.
Esta perspectiva de defensa de Derechos Humanos se suma a la conquista de los mínimos derechos a una vida tranquila, un hogar, una

familia, organizando frente ciudadano desde el reconocimiento de la falta grave de formación de la sociedad en el ejercicio de los propios derechos, a lo que siempre ha identificado como acto revolucionario, porque así se lo han enseñado desde una cultura del sometimiento antes que la dignidad.
La promoción de los Derechos Humanos para la dignidad implica la preparación de una sociedad que ejerciendo sus derechos, cambie el actual rumbo de muerte que el modelo republicano deja lamentablemente para las familias que lloran a sus seres queridos que hoy han desaparecido como producto de la violencia inoculada en la sociedad por los intereses del Capital, por nuevos causes en los que la sociedad se reencuentre y vivamos el anhelado momento de la paz.

La organización social para una nueva república, una nueva sociedad, no es tarea que se construya de un día para otro, y la invitación que nos ofrece la celebración bicentenaria es la oportunidad esperada para repensar la sociedad y la forma política en la que la organizamos entre todos. Somos críticos de la actual función desempeñada por las organizaciones sociales, populares, y políticas que terminan prestándose exclusivamente para el servicio y funcionamiento de un sistema político que realmente no funciona por que consiste en buscar la forma de dar lo menos posible a los ciudadanos, soportado en los principios absurdos de la economía teórica, deshumanizada e insensible completamente ante los difíciles designios a los que termina sometiéndose a miles de familias, en su composición de niños y niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores, reconociéndolos exclusivamente como víctimas fáciles, en abuso totalmente desproporcionado de las armas y la violencia en general para inducir la sumisión dentro de una sociedad militarizada totalmente, infiltrada ella misma con el virus del ejercicio de la violencia como argumento aceptable para la definición del destino de cada uno de nuestros hogares y nuestra nación en general.

Los efectos lamentables que arroja el ejercicio del poder dentro de esa república tiene como resultado los efectos deseados al funcionamiento del Capital, aunque escalofriantes para la humanidad, dentro de un territorio en el que se ejerce la pena de muerte en todos los rincones del territorio nacional sin las mínimas consideraciones frente al devenir de los más amplios sectores de la sociedad. El desplazamiento interno y externo de ciudadanos y familias, forzado por la imposición de la guerra como método de administración de la sociedad, muestra desde el actual gobierno su expresión más temible, en las condiciones en las que abiertamente se toman atribuciones para decirle a las personas qué hacer y cómo comportarse. Pasando los límites de la orientación general al gobierno total, en el que se impone un código aplicado con naturalidad conductista, que no deja en nuestras calles y campos alguna otra cultura que no sean las prácticas de la envidia y el egoísmo del capitalismo. Sin embargo la resistencia también existe. Nuestra sociedad hoy organizada por el Estado Capitalista, administra los espacios desde la ideología Señorial en el que las decisiones que se toman sobre el territorio incluyen a la población en total contradicción con el espíritu de los derechos del ser humano, negando el asentamiento y sometiendo con el desplazamiento por motivos de guerra directa o de la economía que esta guerra defiende regular e irregularmente.

La consideración de la situación de Guerra existente en Colombia y ejercida desde los sistemas judiciales y penales, apoyados por sistemas para-institucionales que se dirigen contra el pueblo en general en acción proactiva de la sociedad corrupta del narcotráfico y la apropiación de las riquezas de la nación en beneficio exclusivo de unos pocos, sin embargo a la luz de las normas internacionales este estado de guerra no es reconocido. Por tanto se hace pertinente denunciar la existencia de esta guerra, que en su desarrollo involucra a los elementos de una guerra irregular, siendo de otra naturaleza el asedio al que se somete a la población. Por tanto la necesidad de la organización de un Frente de organizaciones de Derechos Humanos que denuncie e introduzca a Colombia en el marco de una legislación internacional de Guerra que permita propiciar el ejercicio de la lucha política democrática que no se limite a los mínimos a los que el pensamiento capitalista de la derecha colombiana tiene relegada la acción política de la izquierda ideológica en nuestro territorio.

El asunto por tanto que orienta la violación de los Derechos Humanos en Colombia son de móviles ideológicos que tiene como víctimas a la población en general, impidiéndosele sistemáticamente la reivindicación de los derechos, sometidos a un ejercicio mediocre de conquistas reales de bienestar, por el aliento de la construcción de una pequeña elite discursiva que antes que representar al pueblo se constituye en el obstáculo para la verdadera organización popular y social. El aprovechamiento de los mercados legales e ilegales es el gran botín sobre el que mantiene su control los sectores dominantes, tal y como es su interés real, en función del monopolio de la riqueza, motivo por el que esta nación se mantiene históricamente entre las que distribuye sus riquezas más desigualmente.
Las consecuencias ambientales que trae el ejercicio de esta guerra sobre la población están inscritos en las lamentables cifras globales de destrucción de las fuentes de la vida por parte de la voracidad del interés del empresariado capitalista, a nombre de quienes  ejercen la defensa de la República, los batallones de mercenarios que sirven como ejércitos feudales regulares e irregulares que son quienes realmente garantizan el poder de los señores de esta tierra.

El carácter de este breve análisis es multidimensional y clama la organización total de la sociedad, resistiendo a los falsos conflictos que la sociedad de la burocracia y la competencia, han introducido dentro de los ciudadanos a través de sus dispositivos educativos, comunicativos, adoctrinantes, produciendo la inacción social y el adormecimiento de la conciencia, llevándolos hasta la insensibilidad frente a la vida, la desilusión absoluta sobre la oportunidad que el cambio pueda tener, pesimismo que consiste más en el resultado exitoso de la aplicación de una estrategia de sometimiento de la sociedad.
La necesidad de ejercer el poder desde la organización de la sociedad en dirección de someter la agenda de guerra que orienta al esquizofrénico Estado Colombiano, se suma a las acciones que buscan la refundación de las relaciones entre la sociedad en las que impere el bienestar de la sociedad en su totalidad antes que el del Capital.

El establecimiento de los enlaces a nivel regional que ayuden a que dentro del territorio colombiano se pueda ejercer libremente la promoción y organización de una conciencia social sobre la necesidad de fundar la segunda república en Colombia, se inscribe en el interés por superar de tajo los vejámenes que escalofriantemente han padecido miles de colombianos por parte de los intereses de una lumpen-oligarquía con pretensiones de gran señor, que ha conducido la organización de un estado de violencia generalizada, por tanto, emprender la constitución de una república distinta que nazca de acuerdos sociales distintos y permita el planteamiento público de discursos ideológicos distintos al capitalismos como prueba de la vocación democrática de la que debemos partir.

La necesidad de lucha por espacios reales para la expresión del disentimiento ideológico sacrificados por el horror y la intolerancia característicos de los pensamientos más dogmáticos en los que se fundara el ejercicio moderno del poder político en Colombia, herederos del Franquismo español, continúan insistiendo en la pena de muerte a todo aquel que se niegue aceptar el discurso ideológico de la república liberal capitalista. El triste argumento con el que se justifica la masacre de la humanidad tiene que ser superado con la llegada del bicentenario como gran conquista de los colombianos, levantados sobre principios de convivencia pacífica garantizada por la sociedad y no por las armas de un Estado que las ha utilizado para el sometimiento.
Los fenómenos de limpieza social que se suman a los saldos luctuosos que deja la primera república son mecanismo institucionalizado, como lo son la comisión de ilícitos por parte de los efectivos armados, partiendo del seguimiento fiel a la instrucción recibida para ejercer el sometimiento y la divulgación del miedo entre la sociedad. En tal sentido se hace evidente que las formas irregulares de inoculación de la guerra en la sociedad tienen como víctima principal a la población en general, siendo los sectores populares los más afectados, igual que la población rural, así como las llamadas minorías.

La exclusión definitiva de la posibilidad democrática de expresión real de descontento y crítica, resultó de la aplicación del modelo ideológico del enemigo interno y que consolidara su atroz presencia en Colombia en el cuerpo del Jorge Eliécer Gaitán, conduciendo a la población bañada en sangre, después de organizado el control del Estado por los militares, en engaño democratero que lleva a los ciudadanos a renunciar al derecho libre a tener y expresar sus ideas, imponiéndose el PACTO NACIONAL, como proyecto de la Derecha ideológica para eliminar el espacio político de la izquierda, condenando a muerte justificada a cualquier militante de estas ideas. El rechazo construido tras 60 años de manipulación ideológica, fundada desde entonces en la imagen mediática, realmente tiene a la sociedad colombiana más sedienta de sangre que de justicia social. Olvidándose la sociedad misma que se organiza para cumplir el fin esencial que es darse la vida.
Esta guerra de carácter ideológico organizada desde el Estado de la Primera República ha negado sistemáticamente la organización real de la sociedad, sirviéndose de la manipulación que hace mediaticamente, de los móviles que justifican la Rebelión Armada que tiene lugar contra el Estado de la primera república. Difundiendo masivamente los falsos resultados y contenidos que animaron la toma de la elección insurgente armada que representan realmente las Guerrillas Colombianas.

La utilización que hace el Estado sobre la economía y el territorio de sus influencias en su actual configuración como Mafia Narco-Política utiliza su propio negocio para combatir a la insurgencia, mostrándola como fomentadora del mismo, ocultando de esta manera el verdadero origen de la ilegalidad en los cuerpos de los políticos, militares, policías, burócratas, tecnócratas, grandes comerciantes, industriales y ganaderos, como es que son estos sectores los que realmente se mantienen de la economía del Narcotráfico. La manipulación de ejércitos feudales al servicio de los intereses sectoriales demuestra la real fragmentación del poder político que sustenta su legitimidad en la violencia institucionalizada.

Los pobres, la población masiva de Colombia, ignoran la escala de sus derechos pues nació en una sociedad sometida, acostumbrada al maltrato, ahora apenas sirve de eco de las políticas de la Primera República. Una sociedad educada por los medios masivos absolutamente monopolizados por los sectores feudoburgueses de la sociedad, principalmente encuentra en la televisión su vehículo ideológico más potente, dirigido hacia la videoaudiencia quien con buenas intenciones piensan estar siendo informados al ver y escuchar los telediarios. Manteniéndose ignorante y pasiva, sin saber que ha sido engañada en su buena fe, pues el monopolio asaltado por la derecha desde sus inicio republicanos, consolidada en el año 1948, fecha en la que genera esta sangrienta guerra que ya cobra más de un millón de víctimas, sin saber que el patrimonio de los nacionales ha sido vendido y el dinero llevado a los bolsillos de pequeños sectores que manejan la gran corrupción.
Invitamos fraternalmente a divulgar por cualquier medio este documento, así como desarrollar internamente en cada colectivo esta reflexión y a construirla en pro de la organización de la Segunda República en el Territorio Colombiano.

Convocamos a la población a organizarse en núcleos autónomos de reflexión a fin de terminar con el Estado de Guerra que hoy encuentra nuevos personajes, más sangrientos e insensibles, pero igualmente herederos del mismo pensamiento ideológico deshumanizado.
La situación vivida hoy en Centroamérica, específicamente en Honduras, presenta la imagen del cuadro nacional al que nos podemos enfrentar ante una Derecha que no tolera el levantamiento y la organización popular que en nuestros territorios tienen heroicos ejemplos de resistencia, cultural y política, que desde hace milenios resisten al Capital, y apenas hace sesenta años también lo hace por la vía armada. Los falsos escenarios de lucha política están estructurados como trampas de cacería para la identificación de cuadros políticos, próximos a ser aniquilados, siguiendo el modelo Gaitán. Diez mil veces ha sido asesinado Gaitán en nuestro territorio. Junto a la manipulación del Derecho y sus interpretaciones, se erradicó la izquierda del país.

Hoy la oportunidad latinoamericana a la que Colombia siempre ha asistido sin saberlo, invita también nuevas propuestas, la conmemoración del bicentenario constituye la oportunidad para propinar histórica victoria sobre su representante actual, quien es también el gran capo de las tierras, así como de muchos negocios legales e ilegales. Un congreso deslegitimado, igual que en Honduras, por traición al pueblo. Unos partidos políticos al servicio de la gran corrupción y en tiempos libres creadores de falsos consensos para mantener la decadente república. Los intereses internacionales en nuestro territorio manipulan la agenda política, aprovechando la ingenua colaboración de los ciudadanos más traidores a la patria y comprometidos con sus propios bolsillos, ignoran que el futuro de la humanidad depende del territorio americano, lugar de potenciales extraordinarios que permitirá vivir a la humanidad, si la recuperamos para ella y evitamos su destrucción por parte del Gran Capital, señor Todopoderoso ante quien se rinden la moral y la justicia, dejando el lugar a la corrupción y el crimen generalizado, estimulando la autodestrucción social.

Con el ánimo de restituir su lugar a la Fraternidad entre los seres humanos, con voluntad férrea de combate a esa cultura del egoísmo, impulsamos la campaña general de Guerra a la Guerra. Nos unimos al grito de liberación de la madre tierra. Convocamos La refundación de la República. Planteamos la resistencia civil de izquierda electoral y representativa. Exigimos a los partidos y movimientos de izquierda política en el país marginarse de estos espacios de representación ilegítimos. Llamamos a la constitución de los comités de base para convocar la realización de la Asamblea Nacional Constituyente de la Segunda República. Proponemos nueva agenda de negociación política para el desarme y la pacificación del territorio colombiano.

Llamamos a los países y organismos de la región e internacionales a vigilar y manifestarse al respecto de la Guerra en Colombia pues su vinculación con sectores criminales internacionales, principalmente de Estados Unidos de América, quien anima la prolongación de esta confrontación, buscando realmente seguir controlando el negocio del narcotráfico, y el sometimiento poblacional para permitir la venta de los territorios y recursos nacionales.

Movimiento Popular NuestroAmerica – MPNA – Colombia