Como denominación geográfica sólo existe una letra de diferencia. Por el contrario, cuando se compara su situación socio-económica las desigualdades son abismales.

Si la pobreza se mide por ingresos, el Chocó es el más pobre de los departamentos de Colombia. Allí más de las tres cuartas partes de la población (el 78.5%) vive bajo esa condición. En Bogotá, por contraste, padecen la pobreza un poco más de la cuarta parte de sus habitantes (el 28.4%). El grado de desigualdad se manifiesta también, en forma notable, cuando se analiza el porcentaje de personas con necesidades básicas insatisfechas, el índice de condiciones de vida, el índice de desarrollo humano, la desnutrición y casi todas las demás cifras que dan cuenta de las condiciones sociales existentes en una y otra región.
Aunque no conozco cifras discriminadas por zonas en las distintas ciudades, resulta claro que en el Chicó, que durante años simbolizó el lugar en donde vivían las personas más pudientes de Bogotá y de Colombia, y en los barrios que con el tiempo han ido tomando su lugar, la pobreza y la indigencia no existen. En ellos tampoco es preocupación de sus habitantes ninguno de los índices que muestran la precariedad de las condiciones sociales en muchas de las regiones del país.
Según un estudio reciente, que en el Observatorio del Caribe Colombiano realizó Jorge Quintero a la cabeza de los investigadores de esa Institución, todos los indicadores socioeconómicos señalan que la situación promedio de Bogotá es mejor que la del resto del país. Y si eso es así para el promedio se puede concluir que en los sectores de mayores ingresos de esa ciudad las condiciones sociales son mucho más satisfactorias.
Por otra parte, el citado trabajo señala que la situación del Caribe Colombiano es angustiante. Sin necesidad de entrar en detalles, el estudio concluye que en nuestra región “el porcentaje de personas por debajo de la línea de pobreza y la línea de indigencia es mayor que en el país… Todos los departamentos, con excepción de Atlántico, presentan índices de necesidades básicas insatisfechas y de desarrollo humano peores al promedio nacional”. Y esa situación es aún peor cuando del análisis se excluye a Barranquilla y demás capitales departamentales, que pese a tantos problemas, tienen índices de desarrollo social mejor que el resto de los respectivos departamentos. En síntesis, el Caribe Colombiano se parece más al Chocó que al Chicó.
Como bien se sabe, en situaciones de baja en la actividad económica, como la que se viene presentando en el país, los que más sufren son los pobres. Por eso, en los próximos meses se van a profundizar las desigualdades regionales hoy existentes. A menos que se emprenda, como propósito nacional, una política explícita dirigida a reducirlas. Por ello tiene todo sentido seguir impulsando la creación de un Fondo encaminado a aminorar esas desigualdades, a través de la búsqueda de un mejor bienestar para los habitantes no sólo del Caribe sino de las demás regiones colombianas en donde campea la pobreza. Se trata de que esas regiones se parezcan, en sus condiciones sociales más a Bogotá, y al Chicó, que al Chocó. Por todo lo dicho, llegó la hora de que la dirigencia caribeña haga suya, en verdad, la lucha por la reducción de las desigualdades entre las regiones colombianas y al interior de las mismas.
Agradezco a El Pilón y a Carlos Alberto Maestre la oportunidad de opinar en estas páginas. Me he propuesto hacerlo con objetividad. Espero que mis juicios y opiniones no se vean opacados por los humos de la pasión y el rencor. Ustedes, amables lectores, juzgarán hasta qué punto lo logro.
Antonio Hernández Gamarra